Destaca su magnífica portada de la segunda mitad del siglo XVIII, donde evocaciones coloniales se entremezclan con resabios mudéjares e islámicos. Aquí hay que detenerse a mirar a los ojos de la cabeza de piedra que en la portada soporta la ondulación del balcón, a esta esfinge atrofiada que obliga al espectador a atender al escudo de armas, que flanqueado por dos flores espirales, cuelga en el dintel. Hay en esta portada dieciochesca de la casa de los Torres, “Torres por la gracia de Dios” se lee en el escudo, un esfuerzo por romper el alero para engrandecerse y hacerse más presente si cabe; hay un guardapolvo albergando un repertorio de rudas curvas y contracurvas compitiendo con la rectitud de los huecos y de sus pilastras de escaso relieve.
Particular. No se visita